lunes, 7 de mayo de 2012

LA CASA


Se despertó en una limpia y blanca cama de hospital. Se sentía cansado, muy cansado, y cuando  volteó trabajosamente su cabeza hacia la gran ventana que ocupaba casi toda una pared de la habitación, advirtió que el día se estaba acabando... ¿Qué hacía allí?  Junto a la cama, en la mesa de luz, había un timbre. Lo presionó. Habían pasado apenas unos segundos cuando apareció una joven luciendo un reluciente guardapolvo blanco.
-¡Buenas tardes!- le dijo sonriéndole amablemente, a la vez que  revisaba las lecturas de los monitores.
-Hola- replicó el, cansadamente.
-Parece que está mejorando…lo estábamos observando - dijo la mujer con una sonrisa, mientras señalaba a una pequeña cámara ubicada en un rincón superior de la habitación.
-¿Me observaban? ¿Por qué? ¿Qué me pasó?
-Usted nos ha tenido muy preocupados. ¿No recuerda qué le sucedió?
Cerró sus ojos con fuerza por un momento –No, no recuerdo, no sé, me cuesta concentrarme...
-Está todavía bajo el efecto de sedantes...
-¿Sedantes?
-Sí, lo trajeron en un estado deplorable, con fiebre muy alta, deshidratado y sufriendo alucinaciones. Hubo que suministrarle antibióticos, suero y por supuesto tranquilizantes... ¿Está seguro que no recuerda nada de lo que le pasó?
Quedó pensativo... ¿qué le habría pasado? Por lo menos sabía quién era...
Tenía veinte y seis años, era ingeniero agrónomo y lo habían llamado de una gran empresa forestal para comenzar a trabajar en Dos Ríos. De eso estaba seguro. Recordaba con optimismo la idea de comenzar con un nuevo trabajo, en un lugar tan cargado de recuerdos como ese... y la tristeza… ¿Por qué? Hubo un accidente... ¡Sí, estaba seguro que algo había pasado, algo grave y triste!
Los ojos se le llenaron de lágrimas -¿Qué le sucede?- le preguntó la chica – ¿Se encuentra bien?-
No contestó. Su atención estaba enfocada en algo que lo apenaba hasta el borde de las lágrimas. El accidente... y Ella...

Eduardo había conocido a Rebeca en una fiesta de amigos, cuando hacía dos años que había comenzado sus estudios universitarios. Ella estudiaba filosofía y comenzaron a conversar casualmente no recordaba bien sobre qué. Sin duda se gustaron, quizás no tanto al principio, pero tenían algunas cosas en común, como que eran hinchas del mismo equipo de fútbol y acostumbraban ir al estadio a ver los partidos o que les gustaban los vinos tintos o les encantaba la “bossa nova” y otras cosas que hicieron que pudieran hablar por horas… se dieron cuenta de que había cierta química entre ellos, algo que determinó que no se separaran en todo el resto de la fiesta y que luego la acompañara hasta su casa. La dejó en la puerta con un tímido beso en los labios y el firme propósito de llamarla al día siguiente. Era curioso, pensaba, que no tuviera más expectativas que esa, la de robarle un beso… ¡Y se sentía feliz!
Al otro día la llamó y también al otro, así que también intercambiaron sus correos electrónicos…formalizando de alguna forma su recién comenzada relación. Tardaron en verse, pero cuando lo hicieron nuevamente ya se conocían algo mejor. Al verla supo que le gustaba más de lo que le habían gustado otras mujeres hasta ahora, incluso algunas con las que había tenido alguna relación sentimental. No se lo dijo, claro, pero estaba decidido a avanzar más…ir hasta donde fuera necesario, siempre que fuera junto a ella. Descubrió que ella pensaba parecido –lo que despejó un poco su nerviosismo- y decidieron comenzar a estar juntos lo más que lo permitieran sus respectivas agendas, a veces yendo al cine, o comiendo algo y luego, cuando comenzaron a acostarse juntos, lo hacían lo más que podían. A los cuatro meses los dos se sentían perdidamente enamorados y ella decidió presentarlo a sus padres en la primera oportunidad que tuviera. Toda su familia vivía en Dos Ríos, una provincia muy próspera que quedaba a bastantes horas por carretera.
Eduardo, en cambio, no tenía familia alguna… era hijo único, sus padres habían muerto hacía mucho y tenía dos tíos que no conocía que vivían desde hacía muchos años en el extranjero. Por todo eso estaba muy entusiasmado por conocer la familia de Rebeca.
 En las primeras vacaciones que pudieron compartir tomaron un bus y se dirigieron hacia allí.
 La chica tuvo la delicadeza de explicarle algunas características de la gente de Dos Ríos, que no era un lugar común, que allí pasaban muchas cosas extrañas para el corriente de la gente, aunque no para los nativos de esa región, y que por consiguiente podía encontrarse con situaciones o comportamientos que podían llegar a chocarle un poco. Eso le dijo. Como nunca antes habían hablado del tema, y no era por cierto lo que más preocupado lo tendría, no le dio más importancia de la que le pareció que debía darle. Rebeca era hija única, muy mimada y consentida por sus padres y parientes –es que era realmente encantadora- por lo  que  tuvo que soportar el natural recelo de todos ellos, recelo que afortunadamente –o por sus esfuerzos- no duró mucho, pues luego de los primeros cruces de palabras vio que las tensiones, que nunca fueron muy significativa de todas maneras, se habían desvanecido casi totalmente. Así fue que luego de una primera presentación, un almuerzo que compartieron con sus padres y con alguno de sus parientes, las veladas se fueron haciendo más interesantes, más concurridas y pronto conocía a casi toda su familia. Cuando llegó el momento de regresar a la gran ciudad tenía una gratísima impresión de toda la familia de la chica.
Ya en el bus de vuelta, le preguntó -¿Por qué decías que era gente extraña? A mí me parecieron muy normales, incluso más normales que la mayoría de la gente que podemos encontrar en la ciudad…
-No sé si contarte o no, pero bueno, eres ya de la familia…-dijo, a la vez que se reía- Dos Ríos no es un lugar común…Es cierto que es reconocido por el crecimiento prodigioso de todo lo que se planta allí, la fertilidad asombrosa de sus tierras, el desarrollo de sus animales domésticos, pero todo esto es solo digamos, la punta del iceberg, por decirlo de alguna forma.
-Si, bueno, todos coinciden en que Dos Ríos, por todo eso que has dicho, no es un lugar común…
-Cierto y no es su única particularidad…
-¿No?- Eduardo ya comenzaba a preguntarse porqué tanto misterio.
-No… Allí dicen que los buenos se hacen más buenos y los malos más malos…
-¿En serio? ¿Pero que tiene que ver eso con lo que estamos hablando?
-Nada… pero ya que estamos hablando de las particularidades del lugar donde nací y donde vive mi familia y de donde venimos ahora, pensé que tendrías que enterarte de todo…-y casi si detenerse continuó-¿Te has puesto a pensar que eso podría ser consecuencia de algo?
-¿Dices que algo causa todo esas anormalidades, de crecimiento y supuestamente, de comportamiento?
-Sí…
-Quizás si me pusiera a pensar en eso…
Ella continuó entonces: -Esto es lo extraño de creer, por lo que puedes hacerlo o no, pero ten en cuenta que es creencia nuestra que en Dos Ríos hay energías muy poderosas que son las que ocasionan todos estos fenómenos… ¡Ya sé! ¡No digas nada! El punto es que tenemos pruebas de que estas energías existen…Es más, mi familia posee pruebas de que no solo existe algo que para ti denominaré sobrenatural sino que también es posible comunicarse con ese “algo”, o “algos”.
-¡Vamos! ¡Estás bromeando! ¡No sabía que te gustaran ese tipo de cosas!-dijo sonriendo, pero de una forma que mostró que más que sentirse contrariado se sentía encantado por esa nueva faceta  que había descubierto en su pareja.
-¡No estoy bromeando, pero no me creas si no quieres!
-Te creo, te creo, creo todo lo que me digas… Lo que sucede es que es extraño, que en pleno siglo veintiuno a uno le hablen de cosas sobrenaturales y más si viene de una persona tan centrada, tan inteligente y tan… bonita, como tú.
-¿Así que te cuesta creerme?
-No, para nada, si tú lo dices, así será…No va a ser algo que me haga amarte más o menos, pues ya sabes que más no puedo hacerlo y menos, imposible.
-Está bien. Tendrás tiempo para confirmar o no lo que te digo. Me alcanza con que estés abierto a toda cosa extraña que veas, en Dos Ríos obviamente, cuando estemos allí en otra oportunidad…
-Podríamos pasar nuestra luna de miel allí, si lo deseas…
-¿Me estás proponiendo algo?
-Nada más que vivir juntos hasta que la muerte nos separe…
Ella se puso seria.-Los de Dos Ríos jamás hablamos con ligereza de la muerte-
-¿Le tienen miedo a la muerte?
-No, no, pero allí la frontera entre la vida y la muerte es tan difusa, tan cambiante, tan delgada, que a veces, te aseguro, parece inexistente. He oído de mucha gente que está viva sin estarlo, o medio muerta…
-O media viva…
-¡No es broma! ¡Es cierto! Dicen que si te aferras con  suficiente fuerza a la vida, allí no mueres… Dos Ríos es la tierra de los fantasmas, de las apariciones, de los sucesos inexplicables…
-¡Basta! ¿Te casas conmigo o no?
-Claro que sí…
El viaje continuó, y en los momentos que no dormitaban planificaban su boda y su vida juntos. Se casarían, lo tenían bien claro, cuando terminaran sus respectivas carreras y la luna de miel sería en Dos Ríos.

-¿Se siente bien? ¿En qué piensa?
La voz le sonó lejana, como entre brumas sonoras. Su respuesta también fue arrancada pesadamente, como sin ganas –Solo pensando, pensando, en ella, en la tristeza...-
-¿En la tristeza? ¿Por qué?
-No lo sé...-lentamente comenzó a sollozar -No lo sé...- dijo nuevamente.

Se habían casado hacía ya tres meses cuando recibió una invitación del exterior para realizar una especialización. Seis meses estuvo fuera del país, estudiando, adquiriendo conocimientos, y por sobre todo pensando en ella. Más todavía cuando a las dos semanas de estar en el extranjero le había comunicado que estaba embarazada. Fue esa noticia la que mucho lo hizo pensar en si había hecho lo correcto. Si bien esa estadía lejos de su joven mujer era para mejorar luego la calidad de vida de los dos, con mejores posibilidades laborales y mejores ingresos, se preguntaba si valía la pena. Es que la extrañaba de una forma que resultaba a veces insoportable y tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para terminar el curso. Fueron seis largos meses.
Nunca había esperado algo con tanta impaciencia. El viaje en avión fue una tortura. Hasta pensó en tomar algún comprimido para dormir hasta la llegada a su destino, él que era tan opuesto al uso de químicos en todas sus formas.
Fue desde que bajó del avión que comenzó a vivir una pesadilla, la pesadilla en la que se convertiría su vida a partir de allí. Hay una gran diferencia entre soñar algo tenebroso y oscuro y despertar sudando y temblando, pero despertando al fin, a cuando sucede algo horrible de lo que no hay despertar. La vida a veces es así, a veces se vuelve una pesadilla y en eso se convirtió para él. Pero solo podría medirse lo terrible de la situación si pudiéramos imaginar el inmenso amor que él sentía por su esposa y el impacto que le causó el enterarse, allí mismo, en el hall del aeropuerto, que su mujer, su futuro hijo y sus dos suegros, que la acompañaban a darle la bienvenida, habían sufrido un terrible accidente automovilístico mientras se dirigían a recibirlo. Todos habían resultado muertos, casi instantáneamente… y algo en él se rompió.
Su vida se transformó en algo penumbroso y oscuro. Comenzó bebiendo mucho alcohol y eran raros los momentos en que estaba sobrio. Luego intervinieron algunos amigos y amigas y lo llevaron casi a la fuerza a tratarse con médicos, psicólogos y psiquiatras. Del alcohol pasó entonces a las drogas que suelen recetar los especialistas. Seguía tan enajenado como cuando se alcoholizaba pero supuestamente eso era más aceptable. Fue en ese momento que intervinieron los parientes políticos de Dos Ríos. Le consiguieron un trabajo allí, en su profesión de ingeniero agrónomo y le rogaron que no tardara en ocupar el empleo, pues lo estaban esperando.  
No puede decirse que estuviera satisfecho o contento por este trabajo pues era incapaz de  sentir otra cosa que no fuera apatía por cosa alguna que le pasara. No necesitaba estar constantemente bajo el efecto de tranquilizantes para que eso sucediera ya que en los escasos momentos que no estaba bajo el efecto de los medicamentos, su situación era igual o peor… todo le daba lo mismo. La higiene de su casa, la limpieza de su ropa, su alimentación, todo estaba en manos del grupo de amigos y amigas que había cosechado a lo largo de su vida. Ellos tomaban por él todas las decisiones que había que tomar y le animaron –sino empujaron- a aceptar el trabajo, en un lugar, que suponían podía ser, si no una solución para su condición, sí el inicio de su recuperación.

-¿Recuerda algo? ¿Sabe qué paso con su automóvil? ¿Por qué se bajó de él?-
Miró al médico y se preguntó: “¿El automóvil? ¿Qué automóvil?” Su cara y sus brazos le ardían, como si hubiera tomado dosis extra de sol. Además tenía moretones y arañazos. Le ardía también levemente la garganta, le dolía la cabeza y por sobre todo se sentía muy confundido… ¿El automóvil? ¿Qué sucedió con él?

Desde que se detuvo supo que era un error, pero el marcador de temperatura se había ido a las nubes, así que paró para ver qué sucedía. Hasta él, que no era ni parecido a un aficionado a la mecánica, supo inmediatamente la falla… la correa del ventilador se había roto, por lo que era imposible que el coche continuara funcionando sin arriesgarse a daños graves al motor. Para empeorar la falla, la temperatura ambiente era realmente alta, posiblemente más de treinta grados Celsius. Pero eso no era todo… el teléfono móvil no mostraba ni el mínimo indicio de cobertura… ¡No lo podía creer! Estaba varado en medio de la nada o algo parecido, pues si bien estaba en el medio de un extenso bosque, con eucaliptos a la derecha del camino y pinos a su izquierda, todo tenía la apariencia de la más tremenda soledad… No se sentía sonido alguno que tuviera procedencia humana. Media hora esperó allí, luego media hora más…hasta que consumió por completo la provisión de agua que tenía en una pequeña botella. Si bien había intentado bajar su medicación todavía continuaba tomando algunos comprimidos y estos hacían que su necesidad de agua fuera mayor aún. Su boca pastosa, el calor, el sudor… Comenzó a ponerse nervioso, a caminar en torno del coche. Intentó dormitar pero el calor era sofocante. A la hora y media de espera le pareció sentir un extraño sonido -que parecía generado por humanos- a la izquierda, dentro del bosque de grandes pinos. En ese entonces ya tenía sed, bastante sed… Decidió cruzar el alambrado que cercaba el camino y entrar en el bosque…Los pinos parecieron darle la bienvenida con su sombra… ¡Tendría que haber entrado hacía rato al bosque, pues se estaba mucho mejor en él que en el camino! La sensación de alivio fue momentánea, pues al caminar la sed se hizo más intensa, a la vez que recordó que desde hacía muchas horas no comía absolutamente nada. Sintió el sonido algo más adelante, a su derecha ¿o a su izquierda? Siguió, adelante, siempre adelante… Tropezó… ¡qué estúpido!... al introducir un pie en una cueva de armadillo cubierta por hojas de pinos ¡Una trampa perfecta! Pero no se hizo mucho daño, solo se raspó algo una rodilla, una mano y sentía una molestia en el tobillo…nada que le impidiera caminar. Perdió la noción del tiempo, pues el bosque se hacía cada vez más espeso, los árboles más gruesos y altos y la penumbra mayor… Miró su reloj… ¿Podría ser que hiciera casi cinco horas que había dejado el coche? ¡No, imposible! En cinco horas o menos quizás una persona puede avanzar, a una velocidad de cuatro kilómetros por hora, veinte kilómetros en línea recta y no había encontrado el origen del sonido, que parecía estar tan cerca… seguía sonando cerca, hacia delante, siempre hacia delante, hacia la oscuridad… El sotobosque, producto fundamentalmente de las semillas que iban cayendo de los árboles y que daban origen a su vez a pequeños árboles, ya era realmente espeso y de un bosque cuidado había pasado a una verdadera selva. A eso había que agregarle otros arbustos, algunos que parecían pequeños árboles y varios de ellos espinosos… Esquivaba constantemente árboles, espinas, alguna pequeña cañada seca… Se extravió totalmente. Se tropezaba ahora constantemente, la resina de las ramas y hojas de los pequeños pinos le habían cubierto la ropa y todo su cuerpo de una película pegajosa y muy incómoda, el sudor le corría por su cuerpo y la visibilidad en el mejor de los casos era de apenas un par de metros por la cantidad de pequeños árboles que había entre los enormes pinos que conformaban la plantación principal. Además, ya estaba cayendo la noche. Transitaba esa hora que no es ni día ni noche, una hora mágica, dirían algunos…Si tenemos en cuenta que estamos en Dos Ríos, donde todo es posible, los momentos mágicos adquieren más relevancia y la posibilidad de que ocurra algo inesperado o improbable, aumentan…
Fue así que cuando ya estaba casi desfalleciente, sediento  más allá de lo soportable, desvariando, con fiebre, golpeado, confuso, extremadamente cansado y por si fuera poco hambriento, llegó a un claro, un gran claro dentro del bosque. Allí había una casa…envuelta en las  semipenumbras del atardecer…
Era una casa evidentemente muy antigua, con paredes que eran de un grosor tal que llevaba a pensar si era una casa o una fortaleza, pero su edad y rusticidad se diluían en un tejado rojo recién pintado, un aljibe adornado por enredaderas olorosas y bien cuidadas, con jardines llenos de claveles, rosas y margaritas y otras coloridas  flores, y muchos árboles, algunos  frutales y varios eucaliptus  gigantescos, que sombreaban casa, galpón, y gran parte de las instalaciones en piedra que servían para manejar el ganado.
-¡Qué hermoso lugar- se dijo -¿Habrá gente aquí? –y golpeó sus manos con nervioso entusiasmo.
Un par de minutos pasaron apenas cuando el portón de metal que daba al patio interior rechinó al abrirse… alguien se acercaba…
Su sed, sus heridas, su cansancio, su confusión, todo quedó olvidado cuando ella le dijo –Hola, buenas tardes… ¿Te perdiste?
-Hola-le dijo, pero con poca fuerza, casi con desgano, casi como si estuviera pensando en otra cosa… ¡la conocía! Pero no sabía de dónde…
-Te conozco, pero no sé bien de dónde… ¿Cómo te llamas?
-No interesa mi nombre ¿Para qué quieres saberlo? Entra a la casa…   ,te estábamos esperando…
El obedeció… en realidad ni pasó por su mente decir que no… ¿Por qué habría de hacerlo?
El alivio que sintió al entrar a la casa, a esa frescura de casa de piedra, lo hizo pararse un momento, sin poder creer lo que veía…los muebles, rústicos y olorosos, hermosas cortinas, cuadros, candelabros, pisos cubiertos con baldosas de distintos motivos y colores…
-Pasa…-insistió la hermosa chica desde la puerta que parecía dar a un comedor…cuanto más la miraba más le parecía conocida, pero no lograba saber quien era.
La siguió y no se había equivocado, allí estaba una larga mesa –no demasiado larga, pensó, como máximo para diez personas-, unas sillas que parecían muy antiguas y sentados y prontos para cenar, un matrimonio ya bastante entrado en años. Ambos lo miraron afectuosamente, sonrieron y le pidieron que se sentara junto a ellos.
-¿Quieres comer algo? Pareces tener sed…toma-le dijo y le alcanzó un vaso que parecía contener limonada. A continuación le sirvió una abundante ración de carne y verduras hervidas, con un pan con olor a levadura  todavía tibio del horno y para mayor felicidad dejó una jarra del refresco a su alcance.
El comió y bebió abundantemente y lo curioso fue que ninguno cruzó muchas palabras con él. Solo lo contemplaban comer…y cuando levantaba la vista de su plato para mirarlos todos lo estaban mirando amorosamente y para él eso estaba bien, no sabía por qué pero no creía necesario saber más. Era quizás la bruma de la fiebre o de estar viviendo algo que no podía definir como verdadero o soñado pero la comida estaba frente a él  y la bebida también y esa hermosa chica y la pareja de personas mayores lo estaban mirando -¿quiénes eran? ¿por qué le parecían conocidos?- y eso bastaba. Cuando  terminó de comer todo lo que pudo, una irresistible somnolencia se apoderó de él. Se sentía como si se hubiera tomado un frasco entero de pastillas para dormir. Balbuceó algo, se levantó, trastabilló y hubiera caído si la chica no lo toma de ambos brazos. Decidida lo llevó a una pequeña habitación y lo tendió en una cama. Antes de tocar la almohada con la cabeza ya estaba dormido.
Cuando despertó ya se sentían ruidos domésticos en la casa, por más que fuera bastante temprano. Se asomó al corredor, divisó el baño y entró en él. Cuando salió se dirigió directamente a donde recordaba que quedaba el comedor. Allí estaba la chica sentada…y se levantó al verlo.
-¿Cómo dormiste?- le preguntó.
-Bien, bien, estaba un poco cansado…
-Ven que quiero mostrarte algo…
-¿Me quieres mostrar algo? ¿Es una sorpresa?
-Si, puedes llamarla así, sígueme…-
Le tomó de una de sus manos y lo llevó hasta casi el final del corredor. Allí había un pequeño niño durmiendo. El sonrió, pues se sintió conmovido ante el hermoso chiquito.
-¿Es tuyo?- le preguntó.
-¡Claro! ¿No se nota el parecido conmigo?
Los miró a ambos y dijo –Tengo que confesar que se parecen mucho-
-También se parece a ti- dijo la chica.
-¿En serio? ¡Pobrecito!
-¡Ja, Ja, si, es hermoso!… Te tengo que pedir un favor… por eso estás aquí ahora…
-¿Un favor? ¡Claro! ¡Lo que sea! Dime…
-Tienes que tomar el niño…
-¿Quieres que lo tome en brazos?
-Claro, tómalo…Con cuidado… ¡Ya está! Y ahora tienes que sentarte bajo aquel árbol.
El árbol en cuestión era un viejo ciruelo, con un tupido follaje en donde asomaban decenas de grandes y olorosos frutos color vino tinto… Debajo había una rústico banco tallado, quien sabe en qué madera.
-¿Allí me tengo que sentar? ¿Y a qué? Si puedo saber…
-En poco rato vendrán a buscarlos…
-¿A buscarme? ¿Quiénes?
-Gente que te busca… ¿no sientes el ladrido de los perros?
-Si, lo siento…cada vez más cerca…
-Te buscan a ti.
-¿Por qué?
-Porque estás perdido, por eso…
-No estoy perdido… ¿Cómo podría estar perdido? No, no entiendo…
- Cuida al niño, por favor…Recuerda que por algo se parece a ti… Y ve a la capital de Dos Ríos…allí los esperan…-su voz sonaba triste y las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas. Se acercó al pequeño y le dio un sonoro beso en su frente y sorpresivamente le dio a él un apasionado beso en su boca. El, reaccionó de una forma que a él mismo le extrañó, correspondiendo ese beso como si fuera el último. Fue hasta el banco de madera y se sentó suavemente, acunando delicadamente al niño que dormía.
Ella entró a la casa, cerrando la puerta. Desde una de las amplias ventanas los dos ancianos lo saludaron. El correspondió el saludo. En ese momento sintió los ladridos muy cercanos… y el revuelo de voces humanas…gritos…
-¡Está aquí, está aquí! ¡Avisen a los demás! ¡Traigan agua y una camilla! ¡Pronto!- dijo uno de los hombres por su transmisor portátil.
Se le acercó, acuclillándose frente a él  y le preguntó -¿Cómo se encuentra? Hace más de un día que lo estamos buscando…Ya traemos una camilla…
El lo miró y solo atinó a balbucear –Bueno…
-Perdone, pero ese niño… Pensamos que estaba usted solo…
-Ah, sí, estuve solo, pero ahora ya no…me siento terriblemente mal…
-Claro, tiene fiebre y seguramente no ha bebido ni comido en dos días…El niño parece que estuviera perfectamente… al contrario de usted… ¿Como hizo para cuidarlo? ¡Si es un ejemplo de salud!
-Estaba con su madre y sus abuelos…
-Con su madre… ¿Dónde? ¡Si acá no vive ninguna persona en cincuenta kmts a la redonda?
- Allí, allí –dijo, agitando su cabeza, algo molesto por la situación y por tener que explicar algo que parecía obvio… y miró  la casa…o lo que había sido una…. Era antigua y estaba abandonada… Le habían desmantelado el techo, le habían arrancado de sus paredes las puertas y ventanas… en el medio del patio, cuyo piso era de bloques de cemento de cuyas junturas nacían todo tipo de hierbas, algunas tan altas que seguramente le llegarían a la cintura, había un viejo aljibe derruído ,cubierto de óxido y de desordenada vegetación. Más allá vio algunos troncos cortados de árboles que en algún momento sirvieron para proteger la vivienda del sol, algunas construcciones secundarias de piedra de las que seguramente habían tomado algo del material en que habían sido construídas… una ruina, una sombra de la imponente casa que seguramente alguna vez había sido…
-No entiendo- dijo, con la boca abierta…
-Yo tampoco…-le contestó el hombre que tenía al lado. –Ya llega la camilla, recuéstese por favor que lo llevaremos directo al hospital de la ciudad- Le daré un pequeño inyectable para que descanse y le conectaré un  tubo en su muñeca por el que recibirá suero… ¿de acuerdo?
-Si…por favor…cuiden al niño…
-Claro, descuide…Descanse ahora.

Estuvo varios días más en el hospital. Aunque su estado físico era estable y las lesiones que había sufrido en su travesía no eran suficiente motivo para tenerlo en el hospital, los médicos prefirieron tenerlo en observación unos días más de lo estrictamente necesario. Estaban preocupados por el, pues no sabían como iba a reaccionar a lo sucedido. A los médicos y a la policía lo inexplicable de la situación que había vivido los desconcertaba bastante. Sobre todo no se explicaban como había podido hallar, dentro de toda la superficie boscosa que rodeaba el lugar donde se había bajado del coche y sin ningún tipo de referencia, la antigua casa de los padres de su ex-mujer, todos ellos fallecidos en un accidente hacía unos meses atrás. El campo había sido vendido a una de las grandes empresas forestadoras hacía varios años y la casa, deshabitada, paulatinamente se había ido deteriorando, le habían sacado todos los materiales que pudieran usarse, rejas, puertas, ventanas, desmontado los techos de zinc, todo. Y él la había encontrado y allí, según él, le habían dado además un niño. No creían en esa versión, sin embargo durante la semana que llevaba en el hospital le habían hecho un estudio de ADN al niño y eran sin duda padre e hijo.
Sin embargo él lucía tranquilo, se sentía bien, para nada preocupado o impaciente… se había recuperado satisfactoriamente
En el hospital fue muy visitado por la familia de Rebeca. Parecía que tuvieran el temor de que se sintiera solo o desamparado, pues desde que lo habían autorizado siempre tenía a alguien cerca, vigilándolo... Le llevaban además mucho tiempo al niño y el lo tenía por horas en los brazos, contemplándolo y hablándole –sobre todo las pocas veces que quedaban solos-. Se miraban largamente y no importaba que pareciera malhumorado por algo, por hambre, o alguna molestia o porque su pañal ya estaba para cambiar… cuando el lo tomaba se tranquilizaba e invariablemente sonreía.
Nadie necesito decirle de donde era el niño, ni hablarle de su madre. El, poco a poco, como si fuera algo que se fuera filtrando lentamente en su conciencia sabía, de alguna manera, que el era el padre. No sabía cómo y de que forma el niño había ido a parar a sus brazos. Tampoco recordaba muy bien lo que había sucedido en el bosque.
Pero no le importaba.

El vive y trabaja en Dos Ríos y su hijo crece fuerte y amorosamente cuidado, en esa tierra mágica donde los buenos se hacen más buenos, los malos más malos y en donde la barrera entre la vida y la muerte es tan imprecisa que a veces parece que no existiera.

                                            FIN

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