domingo, 8 de abril de 2012

LA CHICA DEL VADO


 Joao Jesús desde que tenía memoria siempre había vivido según los modos del campo. Cuando niño pequeño la mejor diversión que había conocido era andar a caballo, como acompañante primero y como único jinete después. Cuando a los cinco años llegó el momento de ir a la escuela, que quedaba a unos seis kilómetros de su casa, lo hizo en un petiso de raza, de pelaje marrón claro, un caballito apropiado para su estatura y además muy dócil. En tiempo de clases, antes de la hora de ir a la escuela y luego de regresar de ella, siempre ayudaba en su casa en todas las cosas que siempre hay que hacer, día a día, en un establecimiento rural. Los fines de semana y las vacaciones los dedicaba totalmente a aportar lo que podía –proporcionalmente a su edad, tamaño y fuerza- a las tareas del pequeño establecimiento. Es que a pesar del reducido tamaño del lugar allí había muchísimo trabajo para hacer…Se plantaban todo tipo de vegetales comestibles para abaratar la alimentación familiar y hacerlos en cierta forma autosuficientes. Por ese mismo motivo también había todo tipo de animales domésticos, cerdos, gallinas, pavos y patos que merodeaban en los alrededores de las construcciones que hacían su casa –ellos le llamaban “las casas”- y que consistían en el típico galpón –una construcción relativamente grande donde se guardaban todos los productos comestibles obtenidos de la tierra, los fardos de lana producto de la esquila de los animales ovinos, los cueros de los animales vacunos o lanares sacrificados para el consumo humano o muertos por alguna otra razón, las herramientas chicas y grandes, los arreos de los caballos, la vieja camioneta que se usaba de cuando en cuando para ir al pueblo y el pequeño y también antiguo tractor Fordson que se utilizaba, con un arado de discos detrás, para preparar tierra para las plantaciones familiares-. Todo esto se guardaba en el galpón y más aún, todo lo que estuviera en desuso o averiado y no se pudiera dejar al aire libre… Luego del galpón estaba la casa, que  en realidad eran dos construcciones ubicadas formando ángulo recto entre sí y que eran las únicas con techo de zinc –las restantes tenían techumbre de paja-… una eran los dormitorios y en la otra estaba la despensa, la cocina y el comedor. Como es usual en algunas construcciones rurales el sanitario estaba alejado del resto de las construcciones, a unos quince metros de la casa. Pero además había otra  sólida construcción de ladrillo,  que funcionaba como seguro refugio para las gallinas y otras aves domésticas contra predadores nocturnos y contra vientos y lluvias,  como cobertizo para los cerdos, donde se recluían voluntariamente estos animales para dormir y en donde, llegado el caso, daban a luz y cuidaban sus crías. Bajo el mismo techo, pero separados por una pared, se ordeñaban las dos vacas lecheras.  Tal cantidad de animales garantizaba que a la familia nunca le faltara carne, ni huevos en abundancia, ni leche, ni los derivados de la misma, como queso y manteca. Cuando se quería comer carne simplemente se tomaba una gallina o un pavo y se le sacrificaba. Una vez al año –en pleno invierno- se faenaba uno de los enormes cerdos y un bovino mediano y se hacía con esta carne todo tipo de embutidos caseros y otras artesanías de la carne de las que tanto gustan a la gente de campo, guardándose estos preparados  para todo el resto del año. Estos mismos animales les daban además, junto con algunos productos vegetales como zapallos, mazorcas de maíz, patatas y boniatos, algo para hacerse de algún dinero en la ciudad.
La vida, como ven, era muy distinta de lo que puede esperarse en un pueblo o en una ciudad e incluso en muchos lugares de campo en la actualidad. Se vivía al viejo estilo. Se alimentaban muy bien, pero también se trabajaba la tierra de sol a sol. En cuanto a comodidades, no las había tan en abundancia como los alimentos. Aunque estaban conectados al suministro de energía eléctrica no le daban más uso que el imprescindible. La iluminación de todas las construcciones y una vieja heladera General Electric, dos ventiladores, una plancha, una licuadora y el imprescindible aparato de radio que les permitía, escuchando los informativos de la mañana temprano, al mediodía y por la noche, estar enterados de todo lo que sucedía en el mundo… era casi la totalidad de los usos que le daban a esa energía. Además tenían dos teléfonos móviles, por más que Dos Ríos no era una región que se destacara por su buena cobertura telefónica. Hubo un aparato de televisión en blanco negro pero como era casi imposible sintonizar algún canal lo dejaron de usar y de eso ya hacía años…
Lo rústico de esta vida no afectaba para nada a  Joao Jesús, pues le encantaba. Incluso cuando fue creciendo y terminó la primaria, y los padres quisieron que probara suerte en la educación secundaria enviándolo a la ciudad, él siempre estuvo seguro de lo que quería, y lo que quería era regresar a su casa y hacer lo que le gustaba hacer: trabajar todo el día, sufrir frío y calor si era necesario, cuidar los cultivos y los animales y saborear el fruto de su trabajo. Tan sencillo como eso, por lo que en la ciudad estuvo apenas dos años y regresó al campo.
Es que el campo lo atraía de una forma que le era difícil de explicar.  Sentía un vínculo especial y fluido con todo lo vivo que lo rodeaba, fueran plantas o animales. Esta convicción íntima de que estaban hechos con las mismas esencias, con el mismo barro vital y que estaban unidos  por lazos que no por invisibles eran menos reales le permitía presentir o intuir sus estados de ánimo, sus humores, sus preocupaciones y era tan especial esa unión que podía curar dolores y tranquilizar a otros seres vivos… Esta sensibilidad especial no lo asustaba para nada, pues viviendo en Dos Ríos nada podía extrañarlo. Sabía además que no era el único con estas habilidades en todo el territorio, pues en esa región era común lo extraordinario. Sumergidos en esa inmensa colección de destellos que era la vida y en ese ambiente tan propicio para lo indescriptible que era todo Dos Ríos muchos disfrutaban de dones, habilidades especiales…  Estas cosas a él no le quitaban el sueño ni se preocupaba por nada más que no fuera vivir y hacerlo de la forma que más le gustaba.
Ya a los catorce años además de destacarse en todas las tareas del campo era reconocido  por su habilidad en las competencias y diversiones que suelen encontrarse en esas zonas y sobre todo por la docilidad de sus caballos, aunque la verdad era que no había animal, de ninguna especie, por feroz o salvaje que fuera, que no se pacificara cuando él comenzara a hablarle. Era muy apreciado en algunas diversiones campestres por este arte, pues cuando se lastimaba algún animal y se volvía intratable por el dolor, bastaba que él le emitiera al oído algunas palabras o sonidos, extraños para el común de los seres humanos, y el bruto se tranquilizaba, como si comprendiera.
Pero es  justo agregar que si no hubiera sido por sus padres, a quienes gustaban estos entretenimientos con equinos, carreras cortas y largas, competencias de docilidad y otras distracciones que hacían más entretenida la vida, él se hubiera quedado en su casa, trabajando, cuidando sus cultivos y sus animales, por lo que cargaba sobre sus hombros ese conflicto, de ser tan popular, querido y respetado por sus pares cuando por otro le costaba enormemente relacionarse la gente. Para él la vida era campo, familia, trabajo… y más trabajo.
Fue justamente por trabajo que su vida tuvo un giro, el giro que da origen a la historia que aquí les cuento, en realidad.
Venían de tres años de muy buenos nacimientos del ganado bovino y ovino, aún para los que los tenía acostumbrados Dos Ríos. Una de las características de toda la región era la prodigiosa fertilidad de su suelo y su aire. El ganado allí crecía y se multiplicaba sin pausa. A eso estaban acostumbrados, pero ahora venían de tres temporadas de pariciones excepcionalmente buenas y habían vendido menos ganado de lo que tendrían que haber hecho. En general, las cabezas de ganado deben de repartirse proporcionalmente entre la superficie de la que se dispone. No todo establecimiento tiene nacimientos, a veces solo engordan el ganado hasta alcanzar determinado peso. Esto quiere decir que en muchos establecimientos no hay hembras a la que se permita la reproducción o machos –toros- que las fecunden. Este no era el caso del pequeño establecimiento de Joao Jesús pues allí se hacía lo que se llama “ciclo completo” del ganado. Tenían un par de toros y tenían vacas que estos toros fecundaban periódicamente. Nacían los terneros y se los criaba y engordaba hasta que llegaban al peso adecuado para su venta, así de sencillo. Pero desde hacía tres años pasaba que estaban siendo abrumados por una ola de partos mellizos y hasta trillizos y no habían necesitado dinero como para estar pensando todo el tiempo en vender por lo que la cantidad de ganado que tenían ya era algo crítica… Tenían dos opciones, que no podían postergar: o vendían este excedente de cabezas o mantenían ese ganado –mientras no se vieran obligados a vender por alguna otra circunstancia- y decidían aumentar la superficie disponible. Como no podían comprar, pues era muy costosa la tierra, alquilaron una superficie de campo que les permitiera cumplir con sus necesidades. El arrendamiento es una práctica muy difundida desde los albores de la historia, con la diferencia de que en Dos Ríos la mayoría de las superficies que se podían arrendar estaban parcialmente cubiertas de bosques o en terrenos bajos inutilizables para la agricultura extensiva…  los ganaderos difícilmente podían competir con los precios que pagaban los forestadores y cultivadores de cereales por el campo abierto. Así fue que se encontró trabajando en cuatrocientas hectáreas de las que apenas cien estaban desprovistas de árboles, y a las que tardaba dos horas cabalgando en llegar. Sus padres lo habían hecho el único responsable de lo que sucediera allí, por lo que se tomó muy en serio el cuidado de este ganado.
En este trayecto pasaba necesariamente por un arroyo bastante caudaloso. Para cruzarlo, había que comenzar internándose en una zona cada vez más cubierta de arbustos y solitarios árboles, con abundantes pajonales hasta llegar a donde el bosque ribereño se hacía más y más espeso. Para cruzar el curso de agua, habían ubicado el lugar lo menos profundo posible y a partir de ahí habían despejado el bosque, que se parecía mucho a una selva tropical, hacia uno y otro lado, construyendo lo que se llama una picada, un angosto callejón libre de todo tipo de  vegetación. Por allí pasaba, un día si y otro no, para cuidar su ganado del otro lado. Esta picada podía ser considerada un lugar algo tétrico, visto por nuestros ojos. Los enormes árboles de los bordes junto con otros árboles más pequeños, arbustos y enredaderas, formaban altos y oscuros muros, llenos de movimiento, olores y ruidos. Sólo había luz escasas horas al día en ese callejón y era alrededor del mediodía,  cuando el sol alumbraba desde lo alto, pues en el resto del día una espesa sombra cubría la senda. Innumerables aves merodeaban sobre las ramas y algunas aves caminadoras también la cruzaban de un lado a otro, al igual que otras especies animales, lagartos, serpientes, carpinchos, jabalíes y especies carnívoras como zorros y los más escasos gatos de monte. Incluso algún puma no sería extraño allí… Pero todo eso no preocupaba a Joao Jesús, ni las sombras, ni los ruidos, ni los silencios, ni la abundancia de vida que la naturaleza mostraba en ese lugar… al contrario, disfrutaba de su pasaje por el vado como algo especial, como un regalo extra de su viaje.
Para cruzar el curso normal del arroyo no habían construido un puente sino una calzada, firme e inundable, con piedras colocadas una junta a la otra, rocas pesadas y chatas. Era un lugar muy llano y se inundaba con facilidad. Para construir un puente tendrían que haber hecho una construcción muy larga y necesariamente también muy fuerte y costosa… una estructura baja o débil sería arrastrada fácilmente por el agua ya que cuando llovía copiosamente el arroyo se transformaba en un furioso río de más de un centenar de metros de ancho. Aunque a veces la fuerza del agua en esas crecidas llegaba a mover las rocas, no era un problema difícil de solucionar, así que si bien era una solución rústica, era antes que todo práctica y por cierto que funcionaba.
Joao acostumbraba detenerse allí donde el agua pasaba entre las piedras que simulaban un puente y la miraba correr…El arrastre había traído abundante arena que había formado una pequeña playa. Cuando la temperatura era suficientemente agradable incluso se bañaba allí, refrescándose, sintiendo el agua siempre amiga animándolo a continuar, descansado…
Fue cierto día de comienzos del verano, en donde se había dado un buen chapuzón y estaba sentado en una roca al borde del agua, secándose, cuando sintió que alguien lo estaba mirando…Sí, alguien lo observaba… No estaba totalmente desnudo así que con naturalidad giró la cabeza hacía donde presentía que lo miraban…No vio nada, solo malezas, enredaderas, aunque quizás, en lo profundo de la espesura hubo algo, un movimiento, un deslizarse, cabellos y pasos… sigilosos pasos.
-Estoy imaginando cosas- se dijo. Se vistió y continuó su camino, sin pensar demasiado en lo que le había sucedido.
Su vida continuó normalmente, realizaba sus tareas, participaba en todas las actividades campestres que era necesario, pero cada vez que pasaba por el vado, invariablemente, se detenía, se sentaba en una de las grandes piedras que había al borde de la calzada y en ese momento pensaba en lo que había presentido ya hacía más de dos semanas…y comenzó, quizás no demasiado concientemente, a llamar mentalmente a esa fugaz presencia, aunque la principal pregunta que se hacía era si había existido en realidad o habría sido solo una combinación de luces y sombras jugando y la brisa acompañándolos.
Era una tarde como cualquier otra, cuando regresaba ya a su casa y se detuvo en el vado, que se sintió nuevamente observado. Esta vez sí vio algo… entre las sombras estaba seguro que había algo, no sabía de qué naturaleza, y lo estaba observando…-Hola- dijo, con voz firme-¿Eres persona o animal?- Razonó un segundo después de preguntar que si era animal no habría forma de que le respondiera…
-Ni lo uno ni lo otro…- le respondió otra voz. Miró asombrado hacia donde parecía venir.
-¿Qué eres entonces?-
-Algo distinto…quizás no entiendas mi naturaleza, pero puedes pensar que soy una chica…
Recién en ese momento se dio cuenta de que el diálogo que estaban manteniendo se salía de lo común… las palabras sobraban…no era necesaria la articulación de sonido alguno para comunicarse.   
-¿Y cómo te llamas? ¿Estás perdida?
La voz que le contestó era indudablemente femenina, pero la penumbra del monte no le dejaba ver nada más que sombra…
-Me llamo Anaakena y no, no estoy perdida, vivo aquí- Joao hubiera jurado que se había sonreído mientras decía esto.
-¿Pero no es un lugar algo escondido para vivir?¿Tienes casa?
-¡Claro que tengo casa! Pero vivo dentro del bosque…
-¿Dónde?¿Ahí adentro?- En ese momento se dio cuenta de que seguramente la joven era integrante de una de tantas familias que viven del bosque, dedicándose a cazar aves para venderlas a coleccionistas en la ciudad, o a cazar carpinchos o armadillos o venados, para vender su carne o a pescar para también vender el producto de su trabajo o incluso a cazar ñandúes, el abundante avestruz americano, para vender su carne y sus plumas…seguramente vivían en la espesura para no ser descubiertos, pues no era bien vista en la actualidad la caza furtiva de ninguna especie.
-Te equivocas- le contestó la voz nuevamente, con una sonrisa que dentro de su cabeza, puro pensamiento, sonaba  casi igual que el paso del agua por las rocas del vado, aunque más musical y bello.
-No entiendo que haces aquí entonces.
-Pero quieres saberlo…
-Claro, siento curiosidad…También me gustaría saber porqué podemos charlar sin, bueno, abrir la boca…
-¡No es tan extraño! Es solo que existe cierta comunicación especial entre nosotros…Puedo explicártelo, pero ahora porqué no hablamos de alguna otra cosa más interesante…
-Me encantaría, pero se hace de noche y tengo que regresar a mi casa…
-Si quieres podemos seguir charlando otro día…
-¡Claro!- dijo, pues presentía tras esa voz algo que estaba seguro, o casi seguro –y no sabía por qué- podía ser muy importante para él…
-Pues nos vemos mañana entonces. Yo también tengo que marcharme. ¿Vienes mañana?
-No tenía pensado venir mañana, no, no puedo mañana… puedo venir pasado… ¿es lo mismo? Es que tengo que trabajar… sino vendría.
-¡Si, está bien! Será hasta pasado mañana… ¡Adiós!
Y se marcharon, cada uno por su lado. Ella se deslizó dentro del bosque como una sombra y en apenas unos segundos de su presencia no quedó nada. A el le llevó unos minutos calzarse sus largas botas de montar, ponerse el pantalón y la camisa y montado en su caballo volver a su casa.
No le comentó a sus padres nada sobre su encuentro…no tenía deseos de hacerlo, no todavía. Cenó y tardó en dormirse. En lo último que pensó es que en ningún momento la había visto…solo había presentido a alguien. Bueno, se consoló, seguramente la vería la próxima vez que se encontraran.
Y si hay días que se hacen cortos –o por lo menos eso parecen- aquel le resultó extraordinariamente largo, quizás porque estaba, desde temprano por la mañana, esperando que pasara, que llegara rápido el día siguiente…
Finalmente llegó.

Así que ese día realizó lo más rápidamente posible lo mínimo indispensable que tenía que hacer con el ganado, cosas como revisar bajos y zonas pantanosas por si alguno de ellos se había enterrado, ver al trote si alambrados y aguadas estaban como se suponía que tenían que estar y tener los ojos bien abiertos por si descubría algún animal con síntomas de estar aquejado de algún mal… a veces los animales enfermos se aislaban del resto. Algo más que tendría que haber hecho, reunir todo el ganado, contarlo y revisar si tenían heridas externas –en las cuales había moscas que depositaban sus huevos y allí mismo crecían las larvas, agravando mucho la herida, tanto que si no se trataban adecuadamente podía significarle la muerte al animal en cuestión- lo dejó para cuando regresara nuevamente.
Cuando estuvo en el vado hizo lo de siempre. Ató su caballo a uno de los árboles cercanos, cerca del agua, se sacó su camisa, se sacó sus botas y esta vez solo se arremangó el pantalón de campaña. Se sentó en la piedra donde se sentaba siempre y puso los pies en la fresca agua. Estaba mirando ensimismado el pasaje de esta por sus pies cuando sintió una presencia en el lugar, allí cerca…
-Hola… ¿hace mucho que llegaste? Se me hizo tarde…- sintió que le decían…
-Hola, no, no, llegué hace poco rato…- Miró hacia la sombra pero no pudo ver más que eso, solo sombra…-¿Por qué te escondes?- le preguntó.
-¡No me escondo! Bueno, soy algo tímida…
-¿Tímida?
-No estoy acostumbrada a que me vean, nada más…
-Pero no me tienes miedo… no tienes por que tenerlo…lo sabes…
-Sí, lo sé, pero no te tengo miedo…me siento rara, nada más…
-Bueno, ven, siéntate aquí cerca y conversemos. Recuerda que cuando comience a oscurecer me tendré que ir.
-Está bien.
La chica apareció como desprendiéndose de la sombra… un trozo de bosque que cobró vida y forma humanas… y se sentó junto a él.
Y conversaron, de muchas cosas en realidad. De el mundo de ella, de su mundo, de lo que ambos hacían durante sus días, de las cosas que les gustaban y de las cosas que no…una conversación normal de dos personas que quieren conocerse, solo que era en Dos Ríos y ambos eran concientes de que habitaban en mundos algo diferentes. Joao trataba de no mirarla, pues no quería intimidarla, pero luego de un rato la miró a los ojos. Le encantó. No traía mucha ropa pero podría decirse que sabía llevar con naturalidad la falta de esta. Llevaba una corta falda de cuero que parecía de venado, con el veteado pelaje hacia afuera, una especie de chaleco del mismo material, prendido en el frente, iba descalza y en su largo pelo, negro como el azabache, había colocado flores de distintos colores. Su piel era cobriza, lo que hacía que con más facilidad se perdiera en la oscuridad de la selva. Luego de que comenzara a mirarla se perdió esa natural vergüenza y ambos, sin duda, se sintieron mejor.
No fue el último día que hablaron. Comenzaron a encontrarse en ese mismo lugar cada vez que el pasaba por allí… tres veces por semana. Cualquiera diría que estaban congeniando, pues hablaban mucho y cada vez de cosas más profundas, más íntimas.
Cierta tarde, cuando ya se estaban despidiendo, ella le dijo:
-¿Me darías un beso?
-Claro, con todo gusto…
Y se besaron… largamente y fue como abrir una puerta para que los dos expresaran quizás lo que sentían por el otro desde el primer día… una inexplicable atracción. Les costó separarse, mucho.
-Me voy- dijo él
-Bueno…-dijo ella- Hasta pasado mañana…- Y desapareció en la oscuridad sin mirar atrás.
Joao tenía todavía el corazón acelerado. -¡Por Dios! ¡Nunca había sentido esta sensación!
Se sentía muy extraño.
Esa tarde, mientras regresaba a su casa fue pensando en todo lo que habían hablado con Anaakena… sobre todo las cosas que hacían que ella no fuera totalmente humana, que fuera integrante de las primitivas tribus que habitaban Dos Ríos y que si bien a veces pasaba a ese mundo, con una forma totalmente humana, la mayor parte del tiempo vivía en el suyo, un mundo apartado del tiempo y de los hombres, un mundo en donde todavía vivían las tres grandes tribus que por mucho tiempo habían vivido allí, tribus que habían venido mucho antes que llegaran los europeos, y que habían llegado sucesivamente de tres distintos lugares de la antigua América atraídas por las cualidades especiales que siempre tuvo Dos Ríos y que luego de la llegada y asentamiento de los antiguos se vieron multiplicadas. Estas tribus no eran de humanos comunes y corrientes… ellos eran brujos y hechiceros de gran poder. Se decía que guardaban conocimientos y poderes milenarios, conservados y practicados desde los albores del nacimiento del hombre… esto lo decía Anaakena con mucho respeto y reconocía que todavía sus conocimientos eran reducidos frente a la enorme sapiencia de los más viejos y del saber colectivo de las tres tribus. Había quienes conocían y manipulaban mejor las energías del día, otros las de la noche y la tercera tribu, las energías del crepúsculo y del amanecer. Por eso se habían complementado tan eficazmente y si bien tenían actualmente sus conflictos y habían tenido violentos enfrentamientos en el pasado, su convivencia ahora era pacífica, sin grandes desacuerdos. Se ocupaban de distintos asuntos, trataban de no molestarse y compartían todo lo que tuvieran que compartir sin que esto fuera motivo de peleas.
Todo esto ella le había contado.
Pero no sabía como seguía esta historia. Nunca se había sentido así en su vida… nunca le había interesado tanto una chica y cuando la besó… ¡Ah! Si algo faltaba para decidir lo que sentía fueron esos besos y sentir su cuerpo apretado junto al suyo! No sabía lo que era el amor pero suponía que lo que sentía era o amor o algo muy parecido… ¡Así era! ¿Pero que haría? ¿Seguirían así como estaban? Se sentía confundido…Tanto que decidió que no esperaría para ir hasta el vado nuevamente… iría al día siguiente… y así lo hizo.
Temprano ensilló su caballo y  saludando atento pero concentrado a sus padres, pensativo, tomó el camino del vado… Cuando estaba llegando comenzó a llamar a la muchacha, como lo hacía siempre. Ella le contestó, lejos…
-¿Eres tú? Pensé que venías recién mañana…
- Adelanté un poco el viaje… ¿Puedes venir?
-¡Claro!- dijo ella… parecía contenta, aunque siempre lo parecía, como si fuera su estado natural…
Habían pasado unos diez minutos cuando sintió su presencia deslizándose entre la oscuridad del bosque y allí estaba…
-¡Hola, que alegría! ¿Pasó algo?
-No, nada, solo que no sé, me siento raro, te extraño –dijo y sonrió-…
-Pues…yo también te extraño…
-Estoy confundido y la verdad, no sé que hacer ahora… ¿Qué haremos? ¿Tú sabes?
-Sé lo que tengo ganas de hacer ahora y es besarte…
Y deslizándose se acercó y lo besó… el respondió y se besaron y acariciaron cada vez más apasionadamente… todo ocurrió como tenía que ocurrir…hicieron el amor suavemente, como saboreándose… él sintió la comunión entre él y el bosque y ella y el agua y todo lo que lo rodeaba… no fue sexo solamente, fue algo místico, profundo y conciliador…
Quedaron juntos, abrazados, frente contra frente…
-¿Por qué no vienes a vivir conmigo? –le dijo ella. –No podría vivir sin ti luego de esto, no sé si me dejarían hacerlo siquiera…
-¿Te castigarán?
-No, no, solo que no es bien visto, tenemos ciertas reglas que cumplir para relacionarnos con los humanos… lo que hicimos es como, bueno, como si ya estuviéramos casados… yo te quiero y creo que estoy enamorada de ti…
-¿Es como si estuviéramos comprometidos? ¿En serio crees que estás enamorada de mí?
-¿Te sorprende? ¿Crees que detengo y tengo sexo con cuanto gauchito pasa por aquí?
-¡No, no! ¡Ja, Ja! ¡Claro que no! Pero pensé que el único enamorado era yo…
Ella lo miró atentamente y le dijo- Ya ves que no…
-¿Y mis padres? ¿Y mi vida de ahora?
- Tendrás que hablar con tus padres y explicarles… No es una separación, en realidad podrás visitarlos cuantas veces quieras, como alguien normal… solo que no serás completamente normal…
-¿No?
-No… serás un habitante más del pueblo antiguo… estamos vivos pero somos, pues, distintos…

Así fue que esa noche, cuando se dispuso a cenar con sus padres, les dijo que tenía algo para contarles y los puso al tanto de lo que había venido pasando en el vado… Cuando terminó el relato sus padres se miraron entre sí y finalmente su madre no pudo aguantar las lágrimas.
-Mamá, no llores, ella me dijo que iba a seguirlos viendo… cuantas veces quisiera… ¿acaso me mintió?
-No, es cierto lo que ella te dijo, pero ya no serás como nosotros, ya no serás una persona, pasarás a pertenecer al Pueblo Antiguo…¿Ella te explicó sobre los Antiguos?
-Si, hablamos de eso…
-¿Qué tanto te dijo?
-Lo suficiente, creo, pero es que quiero estar con ella, más todavía si no significa separarme de ustedes, nos seguiremos viendo, vendré igual todos los días… y seré feliz…
Su padre mientras tanto había ido hasta la cocina y apareció con tres tazas del aromático té de hierbas que tomaban luego de cada comida
Su madre continuó –¿Te contó de las tres tribus que habitaron acá? ¿Y que ellos controlaban todo este territorio? Su poderosa influencia hizo que los europeos no pudieran ingresar a esta región hasta que en determinado momento, no sabemos por qué y  de pronto, desaparecieron. Rápidamente se colonizaron todas estas tierras y con el tiempo se dedicaron a la agricultura, a la ganadería y a plantar especies forestales. Todo lo cultivado crecía de forma extraordinaria y con el tiempo la gente se fue dando cuenta que eso se debía a una anormal energía que se desprendía de esta tierra, la misma energía que hacía que la gente mala se hiciera más mala, la gente buena más buena y que hubiera tanta gente con habilidades especiales, como las tuyas. Con el tiempo además fue evidente que los primitivos habitantes de aquí, esa gran tribu de hechiceros, no se había ido… simplemente vivían escondidos, inadvertidos, invisibles…Ellos están entre nosotros, en el lugar que deseen estar y en el momento que quieran… -y continuó- Muchos de nosotros tenemos distintas formas de  comunicación con ese mundo extraño en que ellos viven…incluso los vemos a veces…pero no somos todos ni es con todos…
La conversación se estaba transformando en una verdadera confesión…
-No entiendo que quieres decir con eso de que no son todos ni es con todos…
-¡Claro, hijo! Los antiguos influyen en la vida de todos los habitantes de esta tierra, de muchas formas… Algunos de nosotros somos conscientes de esa influencia  y otros no; y algunos de los que somos conscientes podemos ver algo más allá y comunicarnos con algunos de los antiguos habitantes, aunque esta  comunicación tiene distintos niveles y varía de persona a persona… ¡Es tan extraño de contar y sin embargo tan común a la hora de vivirlo!
-¿Por qué nunca me habían dicho nada sobre esto?
-Porque no nos parecía necesario. Además a ellos no les gusta que la gente que los conoce ande comentando lo que sabe…Se vive y no se habla de ello.
-No me contaste de porqué no te comunicas con todos los antiguos…
-Sí y es importante que lo sepas…Había aquí tres grandes tribus de hechiceros… los del día o la luz, los de la noche o la oscuridad y los del amanecer y el atardecer…Cada una de esas tribus se siguieron comunicando con los habitantes de esta región, pero cada una tenía sus preferencias, pues sus distintos tipos de energías tenían afinidad  con cierto tipo de personas. Por eso la comunicación puede ser fluida con algunos integrantes de una de las antiguas tribus y dificultosa o no existir con los integrantes de otra. Hay que ser cuidadoso con los antiguos habitantes, pues no todos son iguales.
-Pero todo esto no me aclara lo de la chica del arroyo…
-¿Te invitó a ir con ella o no?
 –Sí, lo hizo-
-¿Y que más te dijo?
-Que nos veríamos mañana y que me llevaría donde ella vive…
-¿Ves? Cuando mañana por la mañana salgas de esta casa ya nunca volverás como eres ahora…
-¿No volveré más?
-No volverás igual…
-No entiendo…
-Ella vive en un mundo distinto y después que se entra allí se cambia para siempre…
-¿Moriré?
-No, hijo…La muerte no existe tal como la piensa la mayoría de la gente. Solo cambiarás un poco… para los humanos serás un semivivo. No toda la gente podrá verte ni toda la gente podrá hablar contigo…en este lado de la vida…del otro lado tendrás una vida más completa…
-¿Y podré hablar con ustedes?
-¡Claro! Cuando quieras podrás visitarnos…
-¿Y si me quiero quedar? ¿Si decido no ir?
-¿Por qué no irte? ¡Si podrás vernos cuando quieras! Si queremos verte te llamaremos… ¿Qué hay en este lado que te guste tanto como para no pasar para el otro?
-Bueno, mirado así, solo ustedes… y si igual  podré verlos… no veo por qué no hacerlo.  Me voy mañana…
-Sí, hijo… si de este lado no encontraste lo que ella te da, cruza y sé feliz.
-Y los seguiré viendo y ustedes me verán…
-Sí, no tengas dudas sobre eso. Estaremos siempre aquí para ti…
-Está bien.
Al otro día por la mañana fue hasta el vado. Se había despedido con lágrimas de sus padres, por más que estaba seguro de que la separación sería  a medias. Al llegar al vado descabalgó y con una suave palmada le dijo al caballo -¡A casa!- y este partió al trote, sin apuro, como si entendiera…
Silenciosamente y sin ninguna prisa caminó hacia donde se sentaba siempre y la esperó.
Miraba correr el agua, fresca y ondulante entre las piedras, cuando sintió un nervioso rumor en las hojas de los árboles. “Ahí llega”-pensó- y  como la misma brisa que sopla a veces al mediodía en los otoños o en las primaveras, tibia y cautivante, llegó…Su largo pelo negro suelto, sus ojos oscuros y enmarcados en cejas que eran audaces trampas, su sonrisa frágil, esquiva y tan hermosa y una figura que capturaría cualquier mirada que se cruzara por su camino. Llegó. Joao Jesús solo dijo, antes de darle un ligero beso en sus labios –Aquí estoy- y abrió los brazos diciéndole -¡Todo para ti!-
Ella se ruborizó y luego de sentarse junto al agua le dijo -¿Hace mucho que me esperas?
-No, apenas un rato. ¿Cómo pasaste tu día?
-Oh, bien, extrañándote…
-¿Me extrañaste?
-Sí, mucho… ¿Tú no?
-Sí…y no entiendo porqué cuando no estoy contigo siento como que me faltara algo…
-¡Yo me siento igual!
Se miraban fijamente y sus ojos se llenaron de lágrimas.
-¿Estás seguro de que quieres conocer a mi familia y vivir conmigo?- le preguntó ella
-¡Claro que estoy seguro! ¿Ya les hablaste de mí?
-¡Sí, y quieren conocerte! ¡Vamos!
Se marcharon juntos entre la espesura, deslizándose entre los ocultos senderos que solo los antiguos habitantes conocen, hacia una vida que a todos nos gustaría merecer.
Cuando a sus padres les preguntan por Joao Jesús, ellos dicen simplemente “está en el otro lado” y en Dos Ríos todos los entienden.
                        
                                             FIN





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