martes, 14 de febrero de 2012

LA BUENA AMANTE


Tres muertes, en una ciudad donde pasaba poco y nada…
El bar estaba extraño, casi como si se sintiera incómodo de tener tantos concurrentes a esa hora. Había parroquianos sentados a más de la mitad de las mesas del lugar y por lo menos tres hombres más estaban acodados a la barra. Cuando Daniel entró, con ese pudor que nos envuelve cuando entramos a un lugar muy silencioso a las tres y media de la mañana, aunque sea un lugar público como ese, saludó con un mesurado “Buenas noches” y fue directo a la barra. Saludó nuevamente al dueño del bar con un discreto asentimiento de cabeza, pidió una triple medida de whisky con hielo –ni siquiera se molestó en pedir una marca en especial- y con el largo vaso lleno  se sentó a una de las mesas, donde ya había dos hombres. Daniel  estaba algo intranquilo, por varias razones… Una de ellas era el silencio abrumador que había en el bar y peor todavía, si se hablaba se hacía en susurros, tratando de no romper esa atmósfera de duelo que había, como si se estuviera en el velorio… Ciertamente parecían estar en él, con otra escenografía, otra decoración, pero era la misma tristeza, la misma melancolía, los mismos comentarios y la misma búsqueda póstuma de recuerdos de los que habían muerto. Pesaba también la terrible discusión que había tenido con su mujer cuando le dijo que iba a ir al velorio, por los comentarios de todas las chimenteras al día siguiente –algunas  seguramente estarían en la sala de duelo solamente para vigilar quién entraba y quién salía, y a partir de allí harían sus jugosas suposiciones- , por lo terrible de lo que había pasado, pues habían sido tres muertes en una ciudad pequeña, apenas más grande que un pueblo, donde pasaba poco y nada y en donde por supuesto todos se conocían  y algo más que en ese momento le pesaba como treinta kilogramos de plomo sobre cada pierna y era que nunca se había decidido a decirle que la quería tanto como para llevársela de allí, a donde ella quisiera, a hacer otra vida, distinta y mejor.
Finalmente le comentó a Juan y a Manuel, los dos con los que compartía la mesa:
-Me extrañó que Pedro tuviera abierto el bar… Iba decidido a ir hasta el negocio de Clarita…
Juan, con los ojos enrojecidos por un prolongado llanto que al parecer había suspendido apenas antes de entrar Daniel, le dijo –Él también es de los que están penando-
Daniel replicó -¿Era amigo de algunos de los difuntos?
Allí Manuel finalmente intervino –No me digas que no sabías…Era otro de los “socios”, como quieras llamarles… ¿Realmente no sabías o te estás haciendo el que no sabías?
-Claro que no tenía ni idea. Así que Pedro también… otro socio…¿Y van cuántos?
-Y calcula…Creo que somos unos ocho aquí –porque no todos están por ella- aunque creo que alguno falta…
-¡No puedo creer!
-¿Y qué?¿Pensaste que eras el único?
-No, tampoco eso pero, bueno, pensé que lo nuestro era especial…
-Claro que era especial…-lo interrumpieron los dos, y continuó Manuel- Era especial con cada uno de nosotros, por eso la queríamos tanto…
-¿Pero como era posible que tuviera diez o bueno, doce o trece o los que fueran, amantes al mismo tiempo y a la vez estuviera casada?
-Ella era así. Tú sabes lo que dicen de Dos Ríos, si eres bueno, te haces mas bueno, si eres malo, te haces mas malo…y tu sacas las conclusiones…
-No permito que hables así de ella –Juan estaba molesto-No todos buscábamos sexo con ella o no solamente eso…A veces alcanzaba con una charla, aunque solo fuera telefónica, para alentarte, darte esperanzas…
La conversación en ese punto ya había llegado a un volumen casi normal para una conversación, por lo que inevitablemente, con tanto silencio a su alrededor había de escucharse lo que decían…Fue entonces que un hombre de otra de las mesas se dió vuelta. Todos lo conocían, era el gerente de la compañía que suministraba electricidad a la población.
-El amigo tiene razón y me veo obligado a hablar- dijo -Ella no solo nos daba sexo ¡Y qué sexo por Dios! Sino también consejos y comprensión…
-¡Sí, es muy cierto!- casi gritó uno de los que estaba en la barra, que al parecer estaba algo pasado de alcohol y evidentemente también lloraba de a ratos…quien continuó diciendo –Ni mi mujer ni nadie, solo ella, me dieron ánimo cuando todo me estaba yendo horrible, cuando tuve el accidente y perdí mi trabajo, quizás alguno se acuerde. Si no hubiera sido por ella y sus consejos no estaría aquí ahora… me hubiera pegado un tiro hace rato…
-¡Ella era así, tan hermosa por fuera como por dentro!- dijo otro…

Daniel recordó como la había conocido, hacía ya tres años y cinco meses y veinte días…
Fue totalmente casual, pues nunca había pensado serle infiel a su esposa, o bueno, si pensado pero no había intentado llevarlo a la práctica. Su matrimonio hacía mucho que no andaba bien – se preguntaba ahora si alguna vez había funcionado bien- fundamentalmente porque su esposa nunca lo había apoyado en sus proyectos personales. Se quejaba de que el dinero no alcanzaba, pero hacía poco y nada para reducir los gastos. Cuando se presentaba alguna nueva oportunidad laboral nunca le animaba, nunca le decía “Adelante, yo te apoyaré en lo que necesites” y eso lo hacía sentirse muy inseguro. Se sentía solo, siendo responsable por él, por su mujer y por dos niños pequeños. Cuando esperaba o necesitaba ayuda para decisiones importantes, vitales, su mujer nunca estaba a su lado. Eso le pasaba y sobre eso meditaba en esos días que la conoció a ella. Y lo que ocurrió fue totalmente imprevisto…y extraño.
Estaba haciendo unas compras domésticas un sábado por la tarde, en un autoservicio. Iban con él sus dos niños, lo que suponía estar muy atento. Hacer las compras, eligiendo los productos adecuados, ver precios y además cuidar que los niños no se alejaran y que no hicieran algún desastre era las cosas que ocupaban toda su atención. Fue así que mientras llevaba su mano a un enlatado de la estantería uno de sus niños hizo algo que lo distrajo momentáneamente y su mano tocó la de una atractiva chica que también quería ese producto. No fue más que un roce o eso le pareció a él, pero ella lo miró fijamente y le dijo:
-No estés tan deprimido, todo tiene solución…
-¿De qué hablas?
-De que no es necesario tomarse las cosas tan a la tremenda. Tu vida tiene muchas cosas lindas, a pesar de las penas… y de la soledad.-
No podía creer lo que la mujer le estaba diciendo, pero era como si le hubiera leído su estado de ánimo.
-¿Cómo sabes todo eso?¿Cómo te llamas?
-Lo sé porque tengo esa habilidad… la de ver el interior de las personas, sobre todo cuando están apenadas por algo. Me llamo Luz…¿Quieres mi teléfono así hablamos algún día de estos? Yo tampoco, como ves, me puedo distraer mucho- dijo, al tiempo que una hermosa niña, y bastante tranquila comparada con los hijos de Daniel, se paraba a su lado-
-Sí, agradecería tu teléfono, y hablar contigo y quizás verte… Gracias.
Anotó los números de la chica, el de su casa y el de su móvil y se despidieron con una mirada. Pagó su compra y se notó confuso por horas después de haber regresado a su casa, por varias cosas, por lo que había dicho Luz y sobre todo por algo que había en ella, algo, algo que no sabía que era, como una fuerza interior, como una verdadera luz interna, que por unas décimas de segundo lo había tocado. Luego pensó en llamarla, como algo que tenía sin duda que hacer, pero no, no era la hora apropiada seguramente…¿a qué hora no estaría su esposo? Porque seguramente con una niña era una mujer casada y siendo tan hermosa como era, su marido sería terriblemente celoso. Él, de haber estado casado con una mujer como aquella lo hubiera sido sin duda. Esperó hasta el otro día y a las nueve y treinta, cuando finalmente la llamó al móvil, ya no aguantaba más de la ansiedad. La voz le temblaba cuando sintió el “Hola ¿quién habla?”, al otro lado.
-¿Hablo con Luz?
-¿Sí, quién habla?
-Soy Daniel…nos conocimos mientras hacíamos compras, ayer por la tarde…
-Ah, sí, te recuerdo…¿Cómo estás? Pensé que habías perdido mi número…
-No…Quería llamarte ayer mismo pero pensé que quizás tenía que esperar una hora apropiada pues, bueno, no sabía si eras casada o no…
-Hiciste bien, si, soy casada y mi marido es muy celoso…pero también quiero ayudarte…
-¿Ayudarme? ¿Cómo sabes que necesito ayuda?
-Sentí tu tristeza… y tu mujer condiciona su apoyo a tu éxito y eso no es del todo justo, teniendo en cuenta que vienes sufriendo algunos tropezones financieros… ¿o no?
-Sí, pero… ¿Cómo sabes? ¿Y cómo puedes ayudarme?
-Puedo darte ganas, puedo darte fuerzas, puedo darte comprensión… y todo comenzará a ir mejor…
Daniel quedó un momento pensativo. No sabía bien qué decir…
-¿Pero a cambio de qué? ¿De dinero? ¿Por qué harías algo así?
-No es fácil de entender, ni siquiera para mí, pero esa es mi misión…Dar fuerzas, alentar, aconsejar, comprender, suministrar a otros parte de esa energía que circula por mi gracias a no se que poder…
-Es cierto que es difícil de creer lo que dices, pero me sucedió algo muy extraño cuando me tocaste ayer… y es que me pareció que todo estaba algo mejor… algo cambió, para bien.
-Me alegro. Tengo que ayudarte, eso es todo lo que quiero y para eso tenemos que encontrarnos…
-Cuando quieras, hoy mismo quizás… ¿Y como funciona este tratamiento, si lo puedo llamar así?
-Necesitaré cuatro o cinco sesiones algo seguidas para encaminarte y luego nos encontraremos una vez por mes…Así será…
-¿Pero cómo puedes estar tan segura?
-Lo sé… mi misión es curar y no eres la primera persona, ni tampoco la última, a la que voy a ayudar…
-¿No soy el único?
-¿Cómo podrías serlo? Tengo una misión y estoy obligada a ayudar a la gente… ¿A qué hora podemos encontrarnos?
-Esta tarde a las tres… ¿puedes?

Daniel recordaría con facilidad ese primer encuentro… En ese tiempo  no tenía coche –apenas una motocicleta-  y quedaron de encontrarse en un lugar muy poco transitado de uno de los  parques que rodeaban la ciudad, donde los espesos árboles oscurecían todo el entorno, aún siendo pleno día…allí había un viejo banco de metal y madera, sin respaldo, medio olvidado por los cuidadores, descascarada su pintura y con alguna telaraña entre sus patas…él pretendió llegar primero –diez minutos antes- pero ella lo estaba esperando…con un vestido verde manzana que le cubría poco de sus hermosas piernas, bonita, hermosa, un sol bajo la penumbra… -¿Quién eres?- le preguntó, antes que nada…
-¿Quién soy o qué soy? No necesitas la respuesta a ésta pregunta… solo tienes que saber que mi misión es ayudar… que nací para ayudar a gente como tú…siéntate frente a mí, por favor…- Se sentaron frente a frente, montados en el banco, mirándose a los ojos…. Ella, a poco de haberse colocado frente a el, mientras lo miraba tomó sus manos, pero no suave o tímidamente… las tomó con fuerza…
El, recibió sus manos calientes y algo como un choque eléctrico le sacudió de arriba abajo… instintivamente quiso soltar sus manos, pero ella no lo soltó… los cabellos se le erizaron y un hormigueo recorrió todos sus músculos…
-Tranquilo, tranquilo, solo deja fluir algo que estoy volcando en ti… imagina una luz que te recorre, poco a poco, todo tu ser… una luz brillante, una luz que te ciega si la quieres ver de cerca…¡siéntela!-
Y la sintió…fue un fogonazo, una serpiente luminosa que recorrió todo su cuerpo y lo dejó  limpio y brillante y casi como otra persona, algo nuevo y mejor y… ¡positivo! Todo podía lograrse, sí, porqué quedarse en donde estaba y con lo que tenía… ¡Todo podía lograrse si lo deseaba con suficiente intensidad!
A la vez sintió una necesidad, una urgencia… un alarido de su animalidad… y allí estaba ella… sus manos soltaron su cinturón y bajaron apenas su pantalón… y se sentó encima de él, de su perfectamente incontrolable necesidad… y tuvo sexo como nunca antes lo había tenido… sin ser para nada religioso o místico, sabía que lo que había tenido estaba fuera de lo que podía describirse, demasiado bueno, demasiado potente, demasiado…
La abrazaba aún con fuerza cuando ella le dijo –Tenemos que irnos-
-¡No,no, todavía no!
-No podemos quedarnos más aquí, en pocos minutos vendrá gente a esta zona del parque-
-¿Cómo lo sabes?
-Lo sé… -dijo y se soltó de su abrazo y se bajó de sus piernas y se arregló su ropa…
-¿Nos veremos nuevamente?- preguntó él, ya con un vacío en su estómago… sabía que solo podría llenarlo con un sí…
-Claro, seguiremos lo planeado… cuatro veces más y luego una vez por mes… y no temas… tu vida cambiará a partir de ahora…
Y se marchó, aunque después de darle un suave beso en una mejilla…

Y su vida cambió… ¡Y cómo cambió! No era que las ofertas de trabajo llovieran de un día para el otro… lo que pasaba era que ahora estaba seguro de que, siendo constructor como era, cada trabajo era el peldaño hacia otro y hacia otro y así, y cada uno de estos escalones debía ser bueno, excelente… y se esmeraba y lo hacía todo con unas ganas y un cuidado que nunca antes había imaginado poseer y cada vez tenía más trabajo y más y más… todo era posible…en pocos meses logró finalmente construir su propia casa y compró un automóvil de paseo de segunda mano pero hermoso, una camioneta para ir a trabajar, luego un camión para transportar materiales de construcción de aquí para allá…era otra persona…un exitoso empresario. Trabajaba, eso sí, trabajaba muy duro, jornadas largas, exigiéndose constantemente en la calidad…pero valía la pena, vaya que valía la pena…y Luz… Se veían, como ella había dicho, una vez por mes, en distintos lugares…a veces lejos de la ciudad, en algún hotel y pasaban el día juntos…la adoraba…y le hacía preguntas, siempre tenía preguntas para hacerle…por qué hacía eso, cuántos amantes tenía – cómo le molestaba usar la palabra amante, porque era mucho más que eso… para él Luz no era una amante, era una bendición-, qué decía su marido de lo que hacía, si alguna vez se había enterado de sus “aventuras”, cómo era que podía ayudar así a la gente, que sentía ella por él y por sus otros “amigos”…Le molestaba un poco –bastante- la ambigüedad de la situación…porque si bien el era su amante y sabía que tenía otros amantes, no sabía si exactamente eran eso o algo más…¿Cómo llamarlos? ¿Amigos? ¿Pacientes? ¿o “socios”, como se llamaba irónicamente a los que compartían el amor de una misma mujer?
Y Ella, ante sus preguntas y dudas, cuando tenían tiempo le contestaba… no los veía como amantes…para ella eran solo personas a las que tenía que ayudar…su marido no estaba muy seguro de lo que ocurría, pero algo sospechaba… y no le gustaba hablar mucho de su marido, tenía cierto mal presentimiento con él…
Daniel le preguntó una vez si su magia funcionaba con su marido y le dijo que no… que con él estaba por otra cosa…pero nunca le dijo porqué…
-No recuerdo exactamente como comenzó esto –le dijo una vez, respondiendo una de sus preguntas- Cuando fue que comencé a sentir esa energía y esa necesidad de hacer lo que hago, de ayudar a quien necesitara ayuda… el sexo es solo liberación, es la trampa que se suelta, es el vínculo animal que nos une…
-ella había entrecerrado sus ojos mientras hablaba, el se sintió raro con ella hablando así-
-Existen varias clases de comunicación entre las personas, porque nosotros no somos solamente animalidad, o solamente sentimientos, o solamente espíritu y para comunicarse plenamente no tenemos que usar solamente una forma… por eso el sexo, la penetración y el orgasmo…que me encanta y a ti seguro que te gusta…
El la miraba boquiabierto… ¿que si le gustaba? ¡le encantaba, toda ella le encantaba!…carraspeó –Ten la seguridad que me gusta…¿a quién no le gustaría amarte?
¿A quién no le gustaría amarla? Pero no siempre podían conversar… en esas veces que se veían, cada treinta días, no siempre había tiempo para hacerlo…
 Recordaba nítidamente la última conversación que habían tenido, pues si bien no fue la última vez que la vio si fue la última vez que tuvieron oportunidad de charlar con cierta tranquilidad. Esa conversación le quedó grabada profundamente en su memoria y lo hacía estremecerse ante lo cerca que había estado de hablarle de todo lo que quería decirle desde hacía mucho tiempo. Como una vez le había preguntado porqué le temía a su marido, ese día ella le contestó…
-Tu sabes tan bien como yo que en Dos Ríos pasan cosas extrañas, todo el tiempo y todo a nuestro alrededor. El crecimiento de las cosas no es normal, el clima no es normal y hay personas, como yo, que tampoco son normales… pero no es lo que se ve lo más extraño, es lo que no se ve… ¡Es lo invisible!
Daniel le dijo- Se que es un lugar extraño, que a veces pasan cosas raras, cosas que no tienen explicación, pero estamos acostumbrados a que así sea…Se dice que los buenos se hacen más buenos y los malos más malos…
-¡Ja,Ja! –se rió ella- Ojalá fuera tan sencillo como eso, pero no lo es…
-¿Y entonces que sucede?
- Algo sencillo de decir y no muy fácil de entender…aquí reinan tres poderes, que son los que cargan de energía toda esta parte de la tierra, todo Dos Ríos…estas fuerzas se identifican con la Luz -o el día-, con la Oscuridad -o la Noche- y el pasaje de uno a otro,  el amanecer y el atardecer… viven aquí en equilibrio desde hace mucho tiempo, pero este equilibrio no significa no movimiento, al revés…
-¿Y esa energía que nos dás, la sacas de ellos, de esos seres que dijiste?
-Si, pero no son solamente seres…es más complejo que eso y no se tanto…
-No sabes dices pero sabes bastante…, diría que más que la mayoría de nosotros…¿cómo averiguaste todo eso…?
-Bueno, trabajo con esa energía, me conecto con ella, digamos que la manejo y he hablado… bueno, he hablado con gente que ha tenido experiencias parecidas…
-¿Y con cuáles de ellos te llevas mejor?¿Quién te ayuda?
-¿Mi nombre no te dice nada?
-¡Luz!¡Claro!¡Por eso nos ayudas, porque ellos están del lado del bien!
-¡No, cielo, no, no es tan así tampoco! Ellos no ven las cosas igual que nosotros… por lo que sé la Oscuridad no es solo Maldad, ni la Luz todo Bien, aunque a nuestros ojos pueda parecerlo.
-Bueno, hasta aquí entendí, por lo menos una parte… ¿y tu marido qué?
-Te dije que el equilibrio es cambio…lo que sucede allá afuera en cierta forma es una guerra, una en la que siempre terminan empatados…una en la que creo que yo voy a caer…
-¿A caer?- dijo el hombre alarmado -¿A caer porqué?
-Nadie puede hacer el bien o el mal por mucho tiempo, los demás no lo dejan, ni tampoco les gusta que nosotros manipulemos para algunas cosas su energía…y yo he hecho mucho bien, de eso me doy cuenta ahora…
-¡No digas eso, por favor, que me dan ganas de llorar! ¿Qué te puede pasar?
-No sé, pero creo que mi marido tiene que ver con eso…

Y así, pasó lo que tenía que pasar. Ella lo presentía… pero extrañamente el error fue de ella, claro… nunca tendría que haber invitado a aquel hombre a su casa, pero seguramente tuvo razones para hacerlo, quizás estaba desesperado, quizás necesitaba con urgencia su ayuda, quizás… la niña estaba en la escuela a esa hora y se suponía que no habría mayores problemas, pero su marido apareció cuando ellos todavía estaban acostados… había dicho en el trabajo que necesitaba ir a su casa porque se sentía mal, estaba mareado e incluso que tenía un mal presentimiento…vaya que mal presentimiento, el de tres muertes… cuando se dio cuenta de lo que pasaba tomó un revólver de grueso calibre que tenía sobre un armario, revisó la carga y fue directamente al dormitorio, tres balazos a cada uno, el último a la cabeza…luego cargó el arma nuevamente y allí, sentado en el comedor puso el caño en su boca y se disparó.

Daniel recordaba…y comenzó a llorar. No era hombre de hacerlo, no porque pensara que era menos hombre por eso sino simplemente porque las penas se guardaban, no se mostraban… pero los recuerdos abrieron una puerta en su corazón, por donde entró una horrible sensación de vacío que no pudo dominar… enterró la cabeza entre sus brazos y sollozó como un niño…
Varios se levantaron y tocaron su espalda, como dándole ánimos, pero no había ninguno allí que no sintiera lo que el sentía…
 De pronto, suspirando profundamente, con los ojos enrojecidos por el incontenible llanto que había podido finalmente dominar, Daniel dijo       -¿Cuándo volveremos a conocer una mujer así? ¿Qué será de nosotros ahora?
Y se miraron…
Habían sido tres muertes, en una ciudad en donde pasaba poco y nada…

                                               FIN