martes, 16 de octubre de 2012

MORENA


Narcio Bentos era una persona que cargaba no con una, sino con varias cruces sobre su espalda, tanto que hacía que la tierra cediera levemente bajo sus pasos. Quizás era eso o sus más de cien kilogramos de peso. Era un hombre realmente grande y su caballo, por más que era un animal robusto y fuerte parecía temblar cuando se acercaba a montarlo.
A ella le llamaban Morena por el color canela de su pelaje, aunque para Narcio era simplemente una perra y así se refería a ella… perra para aquí, perra para allá, haga esto, haga aquello, a la derecha, a la izquierda, cállese, échese, traiga, órdenes que le daba cuando lo ayudaba con el ganado, ya fuera vacuno u ovino o cuando también colaboraba con él en la caza de los armadillos comestibles que frecuentemente constituían parte de la dieta carnívora de ambos.
Pero sus funciones no solo consistían en ayudar en las tareas pastoriles y en la caza, sino que también controlaba que en los alrededores de las construcciones donde pernoctaban no aparecieran especies indeseables, como zorrillos, zorros, jabalíes y otros animales más peligrosos como pumas y yaguaretés, que si bien eran muy raros de encontrar, de aventurarse cerca de la casa debían ser advertidos con ladridos de que allí no eran bienvenidos.
La primera cruz que advirtió Morena sobre los hombros de Narcio fue el alcoholismo. A ella no le resultaba extraño el olor a alcohol. Incluso el hombre que había estado en el establecimiento antes de que llegara Narcio a hacerse cargo del mismo solía beber, pero nunca había observado una transformación tal en ningún hombre o animal y eso era lo que le sucedía, pues el alcohol lo volvía brutal e insensible.
Cuando Narcio llegó al establecimiento ella estaba preñada… y pocos días después tuvo una hermosa camada de cachorros. Estaba totalmente alcoholizado cuando se acercó por primera vez a donde estaban sus cachorritos. Ella movió la cola, contenta de que el se interesara por los perritos y apenas gruñó cuando el tomó uno y lo levantó… lo llevó afuera del galpón, lo tiró en el césped y de un brutal golpe con el mango de su rebenque lo mató. Cuando fue a hacer lo mismo con el segundo ella intentó morderlo, pero solo fue un intento y a partir de ahí nunca mas interfirió con las maldades de aquel hombre. El “rebenque” tenía un duro trozo de madera alargado o mango y luego, dos largas tiras de grueso cuero apenas curtido, áspero y duro. Esa herramienta se utiliza para estimular al caballo, o al ganado o también para defensa personal si es necesario. En este caso sirvió para darle a la perra una paliza que no olvidaría jamás. Apenas pudo huir a los árboles, donde comenzaba el bosque y desde allí observó como el hombre le mataba todos sus hijos.
Luego, consumada la masacre le gritó, con una botella en la mano…
-¡Aquí hay lugar solo para nosotros dos! ¡No quiero más perros! ¿Está claro?
Morena no regresó en dos días. Cuando regresó el hombre no le dijo nada. Ya había enterrado a los cachorros y le había puesto comida en un recipiente de plástico viejo. Comió, desconfiada y esperando un ataque, pero nada sucedió.
Los días que siguieron transcurrieron con la acostumbrada normalidad.
Ella ayudaba al hombre con sus tareas campestres, este le daba comida si todavía no estaba alcoholizado a la hora de preocuparse por la perra y así pasaba el tiempo.

El trabajo en ese establecimiento no era fácil. Allí se mezclaban las tareas pastoriles -pues había vacunos y ovejas distribuidas en toda la superficie-, con las tareas forestales, pues casi las tres cuartas partes de la superficie total –unas tres mil hectáreas- estaba cubierta de bosques. El silvopastoreo, como así se le llama, consiste precisamente en la combinación de ambas producciones. La mayoría de las especies forestales en su edad adulta sofocan el tapiz herbáceo, pero hasta determinado momento del crecimiento muchas permiten el crecimiento de pasturas bajo su dosel. Incluso puede pasar que dentro del bosque adulto se encuentran pastos y otros alimentos vegetales aptos para el consumo del  ganado, que  encuentra entonces comida a la sombra de los árboles. El bosque además, al disminuir las diferencias de temperatura –menos calor en el verano y menos frío en el invierno- hace que el ganado encuentre refugio allí y que el balance económico de este efecto protector sea claramente positivo.
Pero para alguien que tiene que transitar diariamente a caballo en el bosque, para cuidar la sanidad del ganado, vigilar que no haya ningún animal herido o enfermo, que ninguna de las pequeñas crías –más sensibles a heridas y predadores- tengan inconvenientes, reunirlos y conducirlos a los corrales, para vacunarlos y para su recuento, el bosque era algo que complicaba todo. Los golpes con ramas, la baja visibilidad, lo accidentado de los desplazamientos a caballo, hacían que el bosque fuera, por lo menos, un lugar muy poco agradable para trabajar. Quizás a medida que se practicaban algunas operaciones de las que se denominaba manejo, tales como podas –eliminación de ramas secas y verdes de los árboles hasta determinada altura-, o raleos, aclareos o entresacas –que consiste en la corta o tala de cierto porcentaje de los árboles del bosque para beneficiar el crecimiento de los restantes- la visibilidad dentro de los árboles aumentaba en mucho y por ende mejoraban las condiciones para trabajar con ganado, pero nunca era lo mismo que las llanas praderas en donde la vista se extendía hasta el horizonte y una cabeza de ganado podía verse, en terreno plano, desde kilómetros de distancia.


En eso podría ir pensando Narcio que montado a caballo, zigzagueaba entre los árboles lentamente, con un crujido constante de hojas y ramas secas… pero no pensaba en eso.
-El alcohol me va a matar…-se decía-Tengo que parar porque sino no sé en qué termino…Bueno, ya sé, como el Flaco Mouriño, con el hígado hecho pedazos o como Beto o como Alonzo o como… ¿Cuántos habían quedado por el camino, en esa carrera de borracheras, bares y alcoholizadas noches?-
Lo que más lamentaba eran las cosas que hacía cuando estaba bajo la influencia del alcohol. Había muchos tipos de borrachos y muchos tipos de borrachera y él era de los que ya no necesitaban demasiado alcohol para salirse de sus cabales… y se ponía muy violento. Esto le había traído problemas desde siempre y seguramente por eso su mujer se había ido con otro, cansada de las frecuentes golpizas, aburrida de soportar su mal carácter, dejándolo solo y mas amargado que antes. Y Eloísa, la novia que se había conseguido en el pueblo, no sabía cuánto tiempo más lo iba a soportar… no se estaba portando bien con ella.
Narcio no era mala persona, no mientras estuviera sobrio… al contrario. Cuando estaba sin beber parecía que quería compensar todo lo que hacía mal cuando bebía. El problema era que casi siempre estaba bajo la influencia del alcohol. No pasaba un día entero sin beber. Y cuando bebía se transformaba, realmente, como el científico en una película que había visto una vez, que era humano a veces y monstruo otras, con la salvedad de que esto sucedía en la realidad y que además cada vez era peor…si se comportaba como una persona ejemplar sobrio era capaz de cualquier acto malvado cuando estaba alcoholizado. Típico de Dos Ríos, dirían algunos, si eres bueno, más bueno serás, si eres malo, seguramente te convertirás en un monstruo…y él presentaba las dos caras…
Morena sufría mucho esa doble cara de su dueño. A medida que empeoraba se ensañaba con ella de una forma que solo una fiel criatura como aquella podía soportar. La golpeaba por cualquier motivo -tanto que aprendió a mantenerse a prudencial distancia de sus botas de montar durante todo el día-, la insultaba constantemente y peor aún si no lograba arrear el ganado de la forma que el lo deseaba o si ladraba a destiempo o si le parecía a el que había incurrido en alguna falta, verdadera o no. No siempre la alimentaba y muy pocas veces le daba agua, aunque ese no era mayor problema para el animal que se autoabastecía de comida y agua en los alrededores. Pero el castigo que sin duda más disfrutaba el hombre –y que hacía rechinar los dientes a la perra- era cuando Morena tenía cría. Cuando entraba en celo aparecían perros de muy lejos a aparearse con ella y obviamente quedaba encinta y cumplido el tiempo de gestación daba a luz… Y sistemáticamente le mataba los cachorros, uno a uno y frente a ella, ante su aparente pasividad.
Pero había algo en ella que se estaba rebelando contra ese monstruo, que le impedía disfrutar del placer de ser madre, por lo menos una vez… ¡Qué feliz hubiera sido si le hubiera dejado con vida aunque fuera uno de sus cachorritos! ¡Con uno, uno apenas, hubiera quedado en paz con ella y ella en paz consigo misma! Pero no. El hombre era inflexible en esa, su mayor maldad. Disfrutaba más de ello porque sabía que nadie podía reclamarle nada… ¿quién lo haría? Porque incluso si lastimaba a una cabeza de ganado o a alguno de sus caballos alguien podría ver las heridas e increparlo, pero podía hacer con los cachorros de su Morena lo que quisiera… nadie le diría nada.
Morena, sin entender, parecía creer que el era mas fuerte, mas cruel y además humano y que por eso seguramente tenía razón… Pero luego de que le matara las siguientes tres camadas se despertó en ella la chispa que terminó por encender el combustible que el propio hombre había dispuesto.
No podrá saberse si sucedió porque en Dos Ríos los equilibrios tienen formas extrañas de mantenerse, o si los poderes de allí estaban cansados de tanta gratuita crueldad o si simplemente fue la natural reacción de una madre cruelmente torturada, pero lo que en la perra antes era alegría y vitalidad, se tornaron en antipatía y una gris forma de desplazarse por el campo y por los días… Apenas ladraba, lo indispensable… apenas comía, lo necesario… sus ojos se inyectaron de sangre y su mayor tarea fue contemplar al enorme humano que ocupaba siempre su campo de visión. Sus idas y venidas, su rebenque, su enorme cuchillo cruzado en la cintura, sus olores y sus cruces… Una idea, un plan, se fue forjando en esa nueva Morena y estaba decidida a esperar el momento de ejecutarlo.

Fue un domingo de tarde, ya casi de noche, cuando Narcio regresaba del pueblo en su caballo, excepcionalmente ebrio… tanto que si no fuera porque el animal conocía perfectamente su destino con seguridad no hubiera llegado hasta allí. El caballo nunca entraba por el camino principal, el camino que utilizaban los vehículos de cuatro ruedas… el tomaba un camino por dentro del bosque, que solo él utilizaba. Por ese camino debían cruzarse algunos lugares en donde el equilibrio del jinete se veía comprometido. Todo hubiera salido bien de todas formas si Morena no hubiera estado apostada en el lugar más difícil de todos… donde el caballo debía subir una barranca, y el jinete se inclinaba naturalmente hacia atrás, momento en que debía apretar sus piernas y echarse hacia delante para compensar el desnivel o eso es lo que hubiera hecho de estar sobrio. Más cuando el caballo comenzó a subir la barranca, Morena simplemente saltó ante el caballo, con un feroz ladrido, más de bestia salvaje que de animal domesticado y éste pegó un respingo hacia atrás, asustado… casi cayó… el que cayó fue Narcio, entre las cortas hierbas de la cañada. El golpe fue duro, pero no mortal… ni siquiera llegó a romperse un hueso. Es más, podría haber sido un golpe intrascendente y sin consecuencias si no fuera porque Morena estaba allí para aprovecharlo.

Encontraron a Narcio un par de días después. Tenía la garganta salvajemente desgarrada, como si en ella se estuvieran cobrando viejas y cuantiosas deudas. Todos pensaron que se había caído alcoholizado, lo que era cierto, y que una fiera de las que raras veces aparecían en los bosques lo había matado, por más que no había querido alimentarse de él, lo que también era cierto.

Cuando llegó el nuevo encargado del campo, Morena lo observó atentamente, buscando cruces sobre su espalda. No vio nada y sus dudas se disiparon cuando el hombre fue a acariciarle la cabeza, hablándole con amabilidad.
Ahora, a varios meses de su llegada y con sus heridas casi cicatrizadas, Morena tiene dos de sus perritos con ella, lo que la hace el animal más feliz de Dos Ríos.

                                             FIN